Rudolf Eucken |
Estudiando uno
de los diagramas de Patrick Geddes, me fije un grupo de nombres que el sabio
escocés situaba entre sus referentes para la construcción de su anhelado nuevo
orden neotécnico. Este grupo está constituido por nombres conocidos, William
James, Schiller y Bergson. Pero había un cuarto nombre que, tengo que
confesarlo, no lo había escuchado antes: Rudolph Eucken. Me puse a buscar
información sobre él y lo que encontré despertó en mí un enorme interés. Decía
entre otras cosas en los sitios donde localice datos sobre Eucken que había
denunciado durante toda su carrera el excesivo “intelectualismo” en el que caen
muchos pensadores. Como alternativa el proponía un “activismo” que, como luego
llevó a su pensamiento Geddes, uniera de manera indisociable pensamiento y
acción. De igual modo, el otro pilar de su pensamiento era la denuncia del
paulatino abandono de la dimensión espiritual del ser humano. Se trata de dos
ideas que me rondan por la cabeza desde hace tiempo. A veces pienso que
dedicamos demasiado tiempo a la lectura
y poco a convertir estas ideas en acciones que contribuyen a la transformación
de la sociedad y del propio ser humano. Está muy bien, y es prioritario, que
nos ocupemos de nuestro crecimiento personal, pero no podemos renunciar al
bienestar común, sobre todo al de las personas que forman parte de nuestro
entorno inmediato (familia, vecindario, ciudad…). Hay que remangarse y echarse al barro para
combatir las injusticias, las desigualdades,
la manipulación de las voluntades, la deshumanización, la
despersonalización y la automatización.
Esto fue lo que hicieron Rudolph Eucken y Patrick Geddes.
Vivendo discimus era el lema de Patrick Geddes (1854-1932):
"aprendemos viviendo". O como dijo en posteriores ocasiones
"sólo pensando las cosas a medida que se las vive, y viviendo las cosas a
medida que se las piensa, puede decirse de un hombre y de una sociedad que piensan
o viven de verdad". Siguiendo esta idea, en su obra más conocida titulada
"Ciudades en evolución", insta a todos los ciudadanos a participar en
la vida y actividades de la comunidad si queremos que nuestra apreciación sea
activa, dejando de este modo algo de lo mejor que hay en nosotros en la ciudad;
más rica y no más pobre debido a nuestra presencia. Por eso insistió en la
necesidad de fomentar la observación y extenderla, de conocer nuestras regiones
y ciudades en detalle, y de hacernos más competentes prácticamente para
participar en el despertar y el desarrollo de nuestra ciudad natal, en vez de
limitarnos a delegar en otros nuestras responsabilidades mediante la maquinaria
electoral política o municipal.
Patrick Geddes |
El optimista lema de Patrick Geddes, "videndo discimus", fue puesto
en práctica por él mismo y su esposa con sacrificios. A los distritos de casas
de vecindad apiladas en Edimburgo llevaron jardines; a las calles llenas de
plagas de las ciudades indias llevó limpieza; a los estudiantes los envió a la
ciudad y al campo a ver con sus propios ojos las realidades de la naturaleza.
Podría decirse que era una persona comprometida por lo que se dedicó a la
ciudadanía, aún a costa de retardar su propia carrera como hombre de ciencia.
Geddes estaba demasiado preocupado por lo que sucedía fuera de su laboratorio y
de su estudio para contentarse con un éxito personal hecho posible por la
indiferencia cívica. Este mismo compromiso reclamó a los especialistas de otras
disciplinas científicas animándoles a elevarse hacia opiniones, objetivos y
planes comunes, como ciudadanos que conservaran y estimularan la vida en su
propia comunidad y su propia región, cooperando con otros ciudadanos en todo el
mundo.
Leyendo a Eucken uno entiende que Geddes
lo situará entre sus pensadores de referencia. Por fortuna recordé que en casa
de mis padres guardamos una colección
completa de los Premios Nobel de Literatura, galardón que obtuvo Eucken en
1908. Así que me puse a buscar y tuve la
fortuna de dar con el volumen que contiene su obra “Los grandes pensadores”.
Nada más empezar la lectura encuentro un párrafo que me hace estremecer por su
agudeza y lucidez. Dice así: “….La vida pende en último término del ser. Si
todo sentido y facultad se retienen fuera y se rechaza cada vez más el cuidado
de la vida interior del estado del alma, ésta debe sufrir por ello; el hombre
se vuelve pobre y vacío en medio de todos los éxitos y degenera en un simple
medio e instrumento de un proceso de cultura impersonal que la utiliza y
rechaza según sus necesidades, que con corriente demoníaca se precipita por
encima de la vida y la muerte de los individuos y de las generaciones, sin
sentido y razón en sí mismo, sin amor ni cuidado por los hombres”. Es increíble
que esto fuera escrito a principios del siglo pasado. A la vista está que sus
negros presagios se han cumplido punto por punto. La enfermedad espiritual no
ha dejado de agravarse, pero el tratamiento que proponía Eucken sigue siendo
tan efectivo como antes. No es otro que el cuidado de nuestra vida interior.
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