lunes, 19 de agosto de 2013

EL PAPEL DEL INTELECTUAL ANTE EL CONFLICTO EGIPCIO



No siento ninguna simpatía por los islamistas, como tampoco la tengo por ningún otro fanatismo ideológico o religioso. No obstante, no puedo dejar de sentir una profunda conmoción cuando observo lo que está sucediendo en Egipto. La masacre que se vivió hace unos días en el Cairo no tiene justificación alguna. El excesivo uso de la fuerza por el ejército egipcio es evidente, por mucho que quieran convencernos de que fue proporcional a la resistencia que  encontraron. Tras estos dramáticos hechos se ha desatado un torbellino de sangre que va a ser difícil parar. Los islamistas, quemando iglesias y cometiendo actos terroristas; y el ejército, apoyado por milicias  civiles, reprimiendo a los primeros. Los actores secundarios toman posiciones. Partidarios y detractores de ambos bandos muestran pruebas de la violencia de los adversarios. Ha pasado siempre que ha estallado un conflicto civil: la propaganda se extiende a gran velocidad, hoy día de manera imparable gracias a las nuevas tecnologías y las redes sociales. Y quienes desean obtener una opinión fundamentada del conflicto tienen serias dificultades para hacerlo.

                Yo, personalmente, no me resigno a unirme de manera incondicional a ninguno de los campos extremos. Prefiero permanecer en este tercer campo, en el que, según comentaba Albert Camus, “todavía podía conservarse la cabeza serena, dudando además de mis certezas y mis conocimientos, y persuadido por fin de que la verdadera causa de nuestras locuras reside en las costumbres, y el funcionamiento de nuestra sociedad intelectual y política…Esto no quiere decir que los principios no tengan sentido. La lucha por las ideas es posible, aun con las armas en la mano, y es justo que sepamos reconocer las razones del adversario, aun antes de defendernos contra él”. Y es que los islamistas, en esta ocasión, tienen razones para oponerse a este golpe de Estado. Nos guste más a menos, y a mí no me gusta nada, los islamistas, aún con poco margen ganaron las primeras elecciones libres que se han convocado en Egipto en los últimos decenios. Si ganaron fue porque cuentan con un importante respaldo popular, cuyas razones para apoyarlos nadie se ha parado a examinar y estudiar con detenimiento.

                La otra parte, el sector laico, tiene también poderosas razones para recelar de los islamistas y de su plan político totalitario de corte religioso. La democracia no es sólo votar. Europa fue testigo de la llegada al poder de regímenes fascistas a través de las urnas. Lo importante no es el medio, sino el fin. Y el fin tiene que ser la defensa de principios básicos como la libertad, la igualdad y el juicio independiente sin la imposición de dogmas y leyes coercitivas. Estos principios son los que deben constar en una Constitución para evitar que quienes accedan al poder puedan emplearlo para imponer a toda la sociedad su ideología totalitaria. El poder humano, tal y como decía Mumford, “puede ser empleado con seguridad solo cuando está abierto a la disensión, a la discusión, al desafío, a la oposición racional,….Sin frenos interiores y exteriores, aquellos que ejercen el poder pierden sus principios o, más bien, se aferran a uno solo: conservar todo el poder que tienen y adquirir más”. En resumidas cuentas, fines y medios se limitan y modifican. Si los fines irrealizables son vacíos y fútiles, los medios incondicionales, cuya naturaleza misma los separa de los legítimos objetivos humanos, no son menos vacíos.

                En estos momentos de eclosión de la violencia, el papel de los pensadores, como reclamaba Albert Camus, “no puede consistir en excusar de lejos una violencia y condenar la otra, lo cual tiene el doble efecto de indignar hasta el furor al violento a quien se condena, y de alentar al violento a quien se excusa a practicar más violencia. Si los intelectuales no se unen a los combatientes, su papel (¡más oscuro, sin duda alguna!) ha de ser tan sólo el de trabajar en procura del apaciguamiento para que la razón torne a tener una posibilidad...El papel del intelectual consiste, pues, en esclarecer las definiciones, para desintoxicar a los espíritus y apaciguar los fanatismos, aún en contra de la corriente”. Un posicionamiento de este tipo es difícil de mantener en una sociedad política en la que la voluntad de clarividencia e independencia intelectual se hace cada vez más rara. Pero todos debemos tomar concienciar de nuestra responsabilidad, de lo que hace y de lo que dice, y también de lo que justifica y de lo que calla.
 
File:Flag of Egypt.svg
 
 

sábado, 17 de agosto de 2013

UNA LITERATURA PARA EL HOMBRE DEL MUNDO NUEVO


He querido esperar a tener el periódico entre mis manos para poder leer con la atención que merece tan extraordinario y excelente artículo. Desde que anunciaste que iban a publicar en Babelia el contenido de tu conferencia sobre "la vocación literaria" aguardaba ansioso el día de su publicación. Intuía, y no me he equivocado, que el escrito sería de elevada calidad y de honda profundidad intelectual. La metáfora del puzzle, para explicar la conformación mental de un concepto complejo, me resulta muy sugerente. A mí también me surgió una idea similar en cierta ocasión, como ya tuvimos la oportunidad de comentar. En determinados momentos, tenemos la intuición de acercarnos a la totalidad y sentimos una gratificante sensación de plenitud. Puede que dure un segundo, pero estos breves fragmentos de lucidez y clarividencia pueden justificar toda una vida. Precisamente, en estos días he estado leyendo una obra casi olvidada, “Tendencias básicas de nuestro tiempo” del sociólogo Pitirim Sorokin que toca este asunto. Este libro incluye un interesante epígrafe titulado “Papel de lo supraconsciente en las creaciones y descubrimientos”. A él me voy  a referir a continuación.
Pitirim A. Sorokin
 

Para dilucidar, distinguir y definir el concepto de conocimiento supraconsciente, que suele confundirse con el insconciente o el subconsciente, Sorokin delinea algunos criterios básicos sobre esta modalidad de conocimiento. Estos son:

1)      Lo supraconsciente parece ser la zona en la que se originan los más grandes logros y descubrimientos, en todos los terrenos de la actividad creadora: ciencia, religión, filosofía, tecnología, ética, derecho, bellas artes, economía y política. Sin su genial participación o/a través de la mera actividad consciente o inconsciente, solo se obtienen magros resultados.

2)       Lo supraconsciente crea y descubre por  medio de la intuición supraconsciente. Esta difiere de todo tipo de intuición sensoria (percepción, observación), como así también de toda clase de razonamiento lógico, matemático y silogístico. Las diferencias entre ambos son los siguientes:

a.       A diferencia de los sentidos y la razón, la inspiración o conocimiento intuitivos surgen como un relámpago que nada tiene que ver con la paciente observación sensorial o el análisis lógico y matemático.

b.      El momento y las circunstancias en que se produce tal destello, difícilmente puede ser previsto, pronosticado o voluntariamente prefijado.

c.       El alumbramiento ocurre, a menudo, en el instante más inesperado y bajo las más imprevisibles condiciones. Esto rige tanto para las naciones y otros grupos organizados, como para los individuos. La corriente creadora, en todos los terrenos, fluye y refluye, se eleva y desciende, se desplaza a otro grupo de manera errática e inesperada.

d.      El destello intuitivo alumbra el meollo o la esencial naturaleza del fenómeno, el nóumeno o sentido del nuevo valor creador.

e.       La intuición supraconsciente yace en un plano mucho más hondo que todo conocimiento sensorial o lógico, más allá de toda experiencia.

f.       Lo supraconsciente ignora el ego, lo trasciende total e incondicionalmente. Un individuo dominado por lo supraconsciente, es mero instrumento de éste, carece de ego y se eleva muy encima de las limitaciones del ego.

g.      La supraconsciencia, con su intuición creadora y demás características propias, fue advertida hace ya mucho tiempo y denominada de muy distintas maneras: El yo (versus ego), atman, purusha, la Iluminación, la Sublime Estupidez, La razón Eterna, el no-conocimiento, la divina locura, el nous, la gracia de Dios, la revelación divina o mística, el neuma, la docta ignorantia, la luz interior, así la han denominado muchos pensadores y grupos. También se la ha llamado: genio, inspiración, élan creador, la soberana inteligencia que en un abrir y cerrar de ojos capta la verdad de las cosas, al contrario del vano entendimiento, inspiración celestial y supramental sabiduría que rebasa todo conocimiento y de otras muchas maneras.

A continuación, Sokorin alude a multitud de ejemplos de este tipo de conocimiento supraconsciente en el campo de las matemáticas, las ciencias, la filosofía, el arte, la religión. Reproduzco dos ejemplos, uno el del matemático Gauss; y otro del filósofo Nietzsche:
File:Carl Friedrich Gauss.jpg
Carl Fiedrich Gauss
 

File:Nietzsche1882.jpg
Nietzsche
El éxito no lo debí a mis penosos esfuerzos, sino a la gracia de Dios. Como en un súbito destello el enigma quedó resuelto.  Por mi parte, no puede indicar cuál fue el hilo conductor que eslabonó mis previos conocimientos con la idea que hizo posible mi éxito”, Gauss
 

“…Uno se convierte en el médium de superpoderosas influencias. Entonces ocurre algo que solo podemos llamar revelación, esto es, súbitamente, con inefable y dulce certidumbre, algo en nosotros se torna visible y audible y nos sacude y desgarra hasta lo más profundo de nuestro ser. Y oímos, sin buscar nada y tomamos sin preguntar quién es el dador. Como un relámpago, la idea surge, por necesidad, completa…Es una embriaguez…nos hallamos fuera de nosotros mismos…Todo ocurre de manera enteramente involuntaria, como en una tormenta de sensaciones, libertad, poder, divinidad”, Nietzsche.

            Sorokin concluye que el papel del conocimiento supraconsciente “parece ser el de iniciador y supremo guía, en lo que se refiere a los más notables descubrimientos, invenciones y obras maestras. En tal sentido, coopera con las vías sensorial y racional de conocimiento, cuyas funciones básicas parecen consistir en desarrollar y poner a prueba a la idea súbita o esquemática originada en la intuición supraconsciente. De ello se sigue que todo gran descubrimiento o logro es siempre el resultado de la conjunta acción de las tres vías de conocimiento y creación: la supraconsciente, la racional y la sensorial. Esto nos previene contra la aceptación indiscriminada de intuiciones, muchas veces falsamente supraconscientes. En realidad, la gracia de esta intuición, en su forma más plena y pura, solo de tarde en tarde visita a unos pocos predestinados o ungidos”.

“…En las creaciones magistrales, la verdad obtenida mediante las tres vías de conocimiento es más plena y vasta que la que se logra por un solo camino, sea éste el de la percepción sensorial, el del razonamiento lógico-matemático o el de la mera intuición. La historia del saber humano es un cementerio atiborrado de erróneas observaciones empíricas, falsos razonamientos y pseudointuiciones”. Sokorin denomina “conocimiento integral” a su modelo de pensamiento.

No menos interesante para abordar este interesante asunto de la inspiración artística o literaria es la obra de Waldo Frank “El redescubrimiento del hombre”. La segunda parte de este libro lo dedica W.Frank  a la “relación como conocimiento”, apartado que comienza con la descripción de una revelación personal que le cambió su vida. Para Frank, “el término revelación está reservado, por el hábito de nuestra cultura pasada, para el testimonio de los hombres que se han sentido visitados por algún acto especial: la voz del Señor sobre el profeta, la visión de la noche oscura del alma del artista o del santo”.  Según Frank es necesario que la revelación, como relación directa con el cosmos,  sea por lo menos no hostil a las “leyes científicas de la naturaleza”. En cierto sentido, Frank aboga porque esta relación con el cosmos debe entenderse como un conocimiento de lo real y como un valor que, por ser real, es primordial e invade las relaciones funcionales normales del hombre. Por tanto, si la revelación –el inmediato conocimiento por el hombre de su relación con el cosmos- está dentro de la experiencia común (en esto se distancia de Sorokin que lo limita a ciertos seres excepcionales) y de la común emoción, debemos ser perspicaces para encontrarla.
Waldo Frank
 

            En opinión de Waldo Frank, el conocimiento revelado tuvo dos profetas americanos, el brasileño Euclides da Cunha y el norteaméricano Walt Whitman. De este último estoy leyendo en este preciso momento su ensayo “Perspectivas democráticas” (1871). Esta obra poco conocida  de Whitman constituye todo un alegato a favor de una literatura democrática, integral y con sentido de la totalidad. Whitman se imagina a las grandes figuras del pensamiento como orbes y sistema de orbes moviéndose libremente por los espacios de ese otro cielo, el intelecto cósmico, el mar. En un momento de excitación proclama: “”Exijo razas de bardos orbitales, con dominio incondicional e intransigente”. Y se pregunta: “¿dónde está el hombre de letras? ¿dónde está el libro cuyo objeto sea más noble que el de limitarse a seguir por la senda trillada, repetir lo que ya se ha dicho, y, como máximo triunfo venderse bien y ser erudito o elegante?”.
Walt Whitman
 
            Me gustaría, para finalizar, tratar un asunto que considero importante: ¿Se dan las condiciones necesarias para que nos visiten las Musas? Sobre este cuestión, relacionada con la recuperación de la autonomía interior, Lewis Mumford comentaba, en “La conducta de la vida”, que una  vez tuvo “la suerte de celebrar un seminario para un grupo de educadores: hombres y mujeres bien entrenados en el uso de sus herramientas, la mayoría de ellos doctores de la filosofía, personas que ya han alcanzado la eminencia en su profesión o estaban en camino a ella. Les pregunté cuántos dedicaban tanto como media hora al día en completa soledad, sin ninguna interrupción exterior. La mayoría de ellos confesaron que ni siquiera había considerado la necesidad de ese período: si por rara casualidad caían en una hora vacía, se sentían obligado a "hacer algo" con ella; tan ocupadas las personas que estaban en el ir desde el momento en que se levantaban hasta cuando iban de nuevo a la cama. ¿Autodirigido pensamiento? No. ¿Ensimismamiento? No. ¿Sueños y fantasías? ¡Una y mil veces no! Entonces les pregunté qué parte del día dedicaban a las artes más subjetivas: lectura de poesía, componer música, pintar o activamente mirar un cuadro, o en la oración. Sólo uno de los participantes –por acuerdo general la mente más brillante del grupo-confesó no cualquier cosa, sino la actividad más superficial y pasiva de estas; tímidamente, él admitió que rezaba”.

 
Lewis Mumford

 


            Nos ha tocado vivir en una época en la que nuestra mente se encuentra continuamente anestesiada por multitud de dispositivos electrónicos que nos impiden un breve tiempo de reflexión sin interrupciones. Para la práctica del retiro provechoso y constructivo, tendremos que crear, en opinión de Mumford, una estructura social especial para ella, una nueva forma de claustro, el Gran Buen Lugar en honor de la fábula en la que Henry James no sólo diagnostica las formidables presiones de nuestro tiempo, sino que también indicó en una forma imaginativa el tipo de entorno y rutina necesaria para superarlas. Mumford imaginaba un futuro en el que “ninguna casa será diseñada que no tenga su apartado o su celda, para complementar el único equivalente de hoy día, el cuarto de baño; ninguna ciudad estará bien diseñado que no establezca apartados lugares de retiro: solitarios paseos, aislados escondites de los bosques, torres infrecuentadas difíciles de escalar, caminos tortuosos, como la antigua Rambla en el Central Park, no menos de estos que de lugares públicos donde las personas pueden ir en grupos para la comunión social o la recreación común. La tendencia general de nuestras mentes, durante el último siglo de la expansión urbana mecanizada, se opone tanto a esa necesidad del retiro que el ideal de casi todos los urbanistas, hasta ahora, ha sido hacer todos los lugares igualmente accesibles, abiertos, públicos”.

 

            Espero que estos apresurados apuntes contribuyan al debate sobre la necesidad de la introspección, del silencio, del retiro voluntario, del pensamiento, de las oportunidades que debemos darle a nuestra voz interior para que nos hable y cuyo mensaje podamos plasmar en una nueva literatura a la altura del Mundo Nuevo que muchos soñamos. Un mundo iluminado por los bardos orbitales a las que aludía Whitman, uno de los cuales, Javier Gomá Lanzón, lleva emitiendo desde hace tiempo una poderosa luz que nos anima el espíritu y nos hace abrigar esperanza en una nueva literaria dirigida  a la mujer y al hombre equilibrado y pleno.
 
File:Javier Gomá Lanzón.jpg
 

jueves, 8 de agosto de 2013

EL NUEVO ORDEN INTEGRAL DE PITIRIM A. SOROKIN: UNA APORTACIÓN FUNDAMENTAL PARA LA REVOLUCIÓN INTEGRAL


Un delicioso fruto de la lecturas que llevo este verano es el hallazgo de un autor extraordinario, Pitirim A. Sorokin. No ha sido el único descubrimiento, pero sí el más impactante hasta el momento. Bueno, como ya he comentado en anteriores ocasiones, no sé si soy yo el que descubro los libros o son ellos los que me eligen a mí para que los ayude a rescatarlos de un injusto olvido. Sea de una u otra manera, lo cierto es que me he quedado fascinado por el vivo genio que Sorokin demuestra en su obra “Tendencias básicas de nuestro tiempo”. Un  tiempo pasado, ya que del libro fue escrito a finales de los años 60, pero cuyas tesis siguen de plena actualidad. Según Sorokin, las tres más importantes tendencias de su/nuestra época son, en primer lugar, el desplazamiento de la hegemonía creadora de Europa y el oeste europeo, que fueron su centro durante las últimas cinco centurias, a un área más amplia que abarca el Pacífico y el Atlántico, sobre todo las Américas, Asia y África. En segundo término, la continua desintegración del tiempo de hombre, cultura, sociedad y escala de valores sensoriales hasta ahora vigentes. Y por último, la aparición y lento desarrollo de los rasgos primigenios de un nuevo orden –integral- y un nuevo tipo de hombre con otra tabla de valores.

                Comparto completamente su visión del ser humano. En opinión de Sorokin, el hombre/la mujer, “además de un organismo animal, es el hombre un pensador racional y un hacedor y, por añadidura, un activo e importante colaborador de las supremas fuerzas creadoras del cosmos. Criatura consciente e inconsciente es, también, en grado sumo, un supraconsciente maestro-creador que sabe controlar y trascender sus energías conscientes e inconscientes, en los momentos en que obra según su divina inspiración y en los períodos de más alta e intensa actividad. Los mayores logros y descubrimientos los ha obtenido el hombre por su condición de maestro-operador supraconsciente, asistido por sus cualidades de pensador racional y de observador empírico y experimentador”.  Desde este visión del ser humano, Sorokin se posiciona a favor de las teorías que demuestran “que la ayuda mutua, la cooperación y el amor desinteresado han sido elementos no menos capitales en la evolución biológica, que la lucha por la existencia,  y que la mutua ayuda y la cooperación amistosa han desempeñado un papel incomparable más importante el progreso humano, que la hostil rivalidad y la coerción violenta. También han probado que en su estrato más íntimo y creador el hombre es impelido por la simpatía, la benevolencia y el amor desinteresado, tanto como por su egotismo o su impulsos sádicos y que la fuerza del amor es indispensable para la generación, continuidad y desarrollo de los seres vivos, la supervivencia y salud física de los niños y su transformación en ciudadanos mental y moralmente aptos. Recientes estudios han revelado, por otra parte, que los altruistas viven más que los egoístas, que el amor es un poderoso antídoto contra el crimen, las enfermedades, la tendencia al suicidio, el odio, el temor y la psiconeurosis, que, a la vez de cumplir importantes funciones en el plano estético y cognoscitivo, es la más elevada y efectiva, entre todas las fuerzas que iluminan y ennoblecen al hombre, la esencia de la verdadera libertad  y una fuerza capaz de evitar los conflictos entre grupos e individuos y dar un curso amistoso a las relaciones hostiles”.

                Con la misma contundencia que Sorokin reivindica el amor, no escatima duras críticas contra las fuerzas que se oponen a la nueva cultural integral que defiende. En el campo de la política su denuncia, escrita en 1969, podría figurar en cualquier crónica actual sin que se apreciara su antigüedad. Respecto al principio del sufragio universal, como sistema de elección de autoridades en la sociedad contractual, declara que “funcionó correctamente produjo  gobiernos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Su actual forma vacía sólo da lugar a gobiernos de políticos, por políticos y para políticos. No es extraño, entonces, que, en vez de constituir un gran privilegio, el voto se haya tornado en una molesta carga o pérdida de tiempo, para la mayor parte de los ciudadanos. Estos optan por no molestarse en votar, aun en las elecciones más importantes”.  Todo ello debido a que “un régimen compulsivo, generalmente integrado por dictadores autoelegidos y camarillas oligárquicas, han reemplazado al gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. 

Tampoco salen muy bien parados otros agentes sociales, como los sindicatos, en la crónica de Sorokin. “Los sindicatos libres y contractuales se han convertido, paulatinamente, ya en compulsivas organizaciones gubernamentales, ora en semicoercitivas maquinarias políticas y pandillas intimidatorias, autocráticamente manipuladas por políticos corrompidos, o racketeers que se imponen por el fraude, la amenaza y la violencia, sobre la masa de trabajadores”.

                Sorokin confiaba en la reunificación de la verdad, el bien y la belleza en el nuevo orden integral. Desde su punto de vista, estamos ante una “naciente orden sociocultural que promete desembocar en la unificación de la religión, la filosofía, las ciencias, la ética y las bellas artes en un sistema integral basado en los supremos valores de la Verdad, el Bien y la Belleza. Tal unificación implica el fin de la rivalidad y el divorcio de la ciencia, la religión, las  bellas artes y la ética…divorcio y conflicto típicos del estado de saturación del orden sensorial…La lucha entre las fuerzas otrora creativas, pero ya considerablemente agotadas del orden sensorial y las nacientes potencias creadoras del nuevo orden integral, se desarrolla implacablemente en todas las áreas de la vida social y cultural, como así también dentro de cada uno de nosotros”. El libro termina con una invitación a la “transformación altruista del hombre y su universo”, justo las palabras que conforman el título de otra obra indispensable para la revolución integral: “Las transformaciones del hombre” de Lewis Mumford.

Pitirim A. Sorokin (1934)