Un delicioso fruto de la lecturas
que llevo este verano es el hallazgo de un autor extraordinario, Pitirim A.
Sorokin. No ha sido el único descubrimiento, pero sí el más impactante hasta el
momento. Bueno, como ya he comentado en anteriores ocasiones, no sé si soy yo
el que descubro los libros o son ellos los que me eligen a mí para que los
ayude a rescatarlos de un injusto olvido. Sea de una u otra manera, lo cierto
es que me he quedado fascinado por el vivo genio que Sorokin demuestra en su
obra “Tendencias básicas de nuestro tiempo”. Un
tiempo pasado, ya que del libro fue escrito a finales de los años 60, pero
cuyas tesis siguen de plena actualidad. Según Sorokin, las tres más importantes
tendencias de su/nuestra época son, en primer lugar, el desplazamiento de la
hegemonía creadora de Europa y el oeste europeo, que fueron su centro durante
las últimas cinco centurias, a un área más amplia que abarca el Pacífico y el
Atlántico, sobre todo las Américas, Asia y África. En segundo término, la
continua desintegración del tiempo de hombre, cultura, sociedad y escala de
valores sensoriales hasta ahora vigentes. Y por último, la aparición y lento
desarrollo de los rasgos primigenios de un nuevo orden –integral- y un nuevo
tipo de hombre con otra tabla de valores.
Comparto
completamente su visión del ser humano. En opinión de Sorokin, el hombre/la
mujer, “además de un organismo animal, es el hombre un pensador racional y un
hacedor y, por añadidura, un activo e importante colaborador de las supremas
fuerzas creadoras del cosmos. Criatura consciente e inconsciente es, también,
en grado sumo, un supraconsciente maestro-creador que sabe controlar y
trascender sus energías conscientes e inconscientes, en los momentos en que
obra según su divina inspiración y en los períodos de más alta e intensa
actividad. Los mayores logros y descubrimientos los ha obtenido el hombre por
su condición de maestro-operador supraconsciente, asistido por sus cualidades
de pensador racional y de observador empírico y experimentador”. Desde este visión del ser humano, Sorokin se
posiciona a favor de las teorías que demuestran “que la ayuda mutua, la
cooperación y el amor desinteresado han sido elementos no menos capitales en la
evolución biológica, que la lucha por la existencia, y que la mutua ayuda y la cooperación
amistosa han desempeñado un papel incomparable más importante el progreso
humano, que la hostil rivalidad y la coerción violenta. También han probado que
en su estrato más íntimo y creador el hombre es impelido por la simpatía, la
benevolencia y el amor desinteresado, tanto como por su egotismo o su impulsos
sádicos y que la fuerza del amor es indispensable para la generación,
continuidad y desarrollo de los seres vivos, la supervivencia y salud física de
los niños y su transformación en ciudadanos mental y moralmente aptos.
Recientes estudios han revelado, por otra parte, que los altruistas viven más
que los egoístas, que el amor es un poderoso antídoto contra el crimen, las
enfermedades, la tendencia al suicidio, el odio, el temor y la psiconeurosis,
que, a la vez de cumplir importantes funciones en el plano estético y
cognoscitivo, es la más elevada y efectiva, entre todas las fuerzas que
iluminan y ennoblecen al hombre, la esencia de la verdadera libertad y una fuerza capaz de evitar los conflictos
entre grupos e individuos y dar un curso amistoso a las relaciones hostiles”.
Con
la misma contundencia que Sorokin reivindica el amor, no escatima duras críticas
contra las fuerzas que se oponen a la nueva cultural integral que defiende. En
el campo de la política su denuncia, escrita en 1969, podría figurar en
cualquier crónica actual sin que se apreciara su antigüedad. Respecto al
principio del sufragio universal, como sistema de elección de autoridades en la
sociedad contractual, declara que “funcionó correctamente produjo gobiernos del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo. Su actual forma vacía sólo da lugar a gobiernos de políticos, por
políticos y para políticos. No es extraño, entonces, que, en vez de constituir
un gran privilegio, el voto se haya tornado en una molesta carga o pérdida de
tiempo, para la mayor parte de los ciudadanos. Estos optan por no molestarse en
votar, aun en las elecciones más importantes”. Todo ello debido a que “un régimen compulsivo,
generalmente integrado por dictadores autoelegidos y camarillas oligárquicas,
han reemplazado al gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
Tampoco salen muy bien parados
otros agentes sociales, como los sindicatos, en la crónica de Sorokin. “Los
sindicatos libres y contractuales se han convertido, paulatinamente, ya en
compulsivas organizaciones gubernamentales, ora en semicoercitivas maquinarias
políticas y pandillas intimidatorias, autocráticamente manipuladas por políticos
corrompidos, o racketeers que se imponen por el fraude, la amenaza y la
violencia, sobre la masa de trabajadores”.
Sorokin
confiaba en la reunificación de la verdad, el bien y la belleza en el nuevo
orden integral. Desde su punto de vista, estamos ante una “naciente orden
sociocultural que promete desembocar en la unificación de la religión, la
filosofía, las ciencias, la ética y las bellas artes en un sistema integral
basado en los supremos valores de la Verdad, el Bien y la Belleza. Tal
unificación implica el fin de la rivalidad y el divorcio de la ciencia, la
religión, las bellas artes y la ética…divorcio
y conflicto típicos del estado de saturación del orden sensorial…La lucha entre
las fuerzas otrora creativas, pero ya considerablemente agotadas del orden
sensorial y las nacientes potencias creadoras del nuevo orden integral, se
desarrolla implacablemente en todas las áreas de la vida social y cultural,
como así también dentro de cada uno de nosotros”. El libro termina con una
invitación a la “transformación altruista del hombre y su universo”, justo las
palabras que conforman el título de otra obra indispensable para la revolución
integral: “Las transformaciones del hombre” de Lewis Mumford.
Pitirim A. Sorokin (1934) |
Me encontré con este libro por casualidad en una librería de segunda mano y en cuento leí el indice quede maravillada. Sonreí de manera automática al leer el titulo del ultimo capitulo. No dude ni un segundo y me lo lleve a casa. Como bien dices: [no sé si soy yo el que descubro los libros o son ellos los que me eligen a mí para que los ayude a rescatarlos de un injusto olvido]
ResponderEliminarSaludos desde México :)