La idea del Paraíso en el islam
tiene mucho que ver con sus orígenes desérticos. En la magnífica descripción que
hace Waldo Frank del ambiente en el que surgió el islam, en su “España Virgen”,
comentaba que los desiertos en los que nace esta “idea”, “el mundo del día es
un mundo de violencias, sin agua y sin dulzura; el mundo de esta vida que
apenas es una marcha falaz y apasionada hacia el crepúsculo. La noche es el
reino del hombre, su amada realidad: un mundo de jardines en los que fluye el
agua, un hogar de llamas tranquilas, un paraje de sombras y de meditación, un
refugio empapado de amor. No es extraño el triunfo de Mahoma, el amo de las
tierras de la desolación, que aún conduce su pueblo a través de un día de
llamas hacia el sueño revelador de su sombrío paraíso”.
He entrecomillado la palabra idea
para referirme al islam, ya que en opinión de Frank, “el Islam clásico no es esencialmente
una religión; es una idea. Una idea en movimiento, en movimiento horizontal cuyo
punto de partida es el triunfo. El que sigue al Profeta no puede perder. Lo
peor que puede suceder es morir, y la muerte en el sagrado campo de la batalla
significa beatitud huríes. Sigue
diciendo esta pensador que “la vida del islam era un ventajoso estado de
guerra. En el caos ingente del desierto se creó este esfuerzo constante de avance,
y el islam fue perpetua invasión. La vida de este pueblo no era más que guerra,
invasión, conquista…, muerte al fin. Lo contrario de la guerra –de la vida del
islam-era la paz”.
La tragedia del islam, desde el
punto de vista de Waldo Frank, que yo comparto, estriba en dos razones: la primera
de ella es que “el cuerpo (simbolizando a la idea del islam) se movió, pero las
formas del cuerpo no se movieron, de lo cual resultó que el cuerpo comenzó a pudrirse
en cuanto cesó de crecer por la yuxtaposición de la conquistas exteriores”. En
segundo lugar, el islam carece de “la autonomía del sistema para la creación de
las ideas, por medio de la cual la vida se recrea. El lenguaje literarios de
los árabes es el mismo que el del Corán, porque el dogma declara que la maraña
de los escritos de Mahoma es perfecta, y….¡Quién se atreverá a cambar lo que es
perfecto!. Se puede decir que “la idea del islam ha impedido su propio
crecimiento”. Esta muerte por inanición, que es patente en el Islam moderno,
está ya implícita en su origen.
Mi
conclusión es que, como acertadamente comentaba Nasama Ali Ahmed en uno de sus
escritos, es necesario que los musulmanes aborden una profunda autocrítica
en torno a la idea que sostiene su manera de entender la vida..y la muerte.
Tarea harto complicada si no son capaces de romper los férreos vínculos que les
unen con unos textos que fueron redactados para que nunca fueran cuestionados o
interpretados. Lo único que podemos solicitar a los musulmanes es que, si ellos
mismos no son capaces para salir de la cárcel ideológica en la que se han
cerrado de manera voluntaria, al menos
permitan que quienes estamos fuera de su “idea” podamos ayudarle a escapar de
un presidio del que nosotros pudimos escapar hace varios siglos por medio de la
ilustración y la razón.
Con retomar el sufismo es mas que suficiente.
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