Observo con preocupación el
nihilismo en el que están inmersos muchos jóvenes. La falta de perspectivas
laborales vacía de contenido y sentido una existencia cuyo propósito, le dicen
padres y profesores, es conseguir un título académico que les permita alcanzar
el éxito profesional y económico. Nuestros jóvenes, que de tontos no tienen un
pelo, han llegado al convencimiento de que completar los estudios no es
garantía para obtener un trabajo digno y bien remunerado, al menos en nuestro
país. Cuando todo el propósito vital se dirige al éxito económico, el tener más
que el ser, no nos debe extrañar que al
verse frustradas estas expectativas se dejen arrastrar por el “presentismo” y
la desesperanza. Necesitamos, por tanto, dibujar un propósito más elevado que
el simple logro económico. Los griegos eran plenamente conscientes de esta
necesidad y les dieron a sus jóvenes un plan de vida cuyos fines estaban
recogidos en el juramento que hacían todos los efebos cuando alcanzaban la edad
adulta. Dice así:
“Nunca deshonraremos a ésta,
nuestra Ciudad, con acto alguno de deshonestidad o cobardía, ni nunca
abandonaremos a nuestros camaradas que aguantan en las filas.
Combatiremos por los ideales y
cosas sagradas de la Ciudad, a solas y con muchos.
Respetaremos y obedeceremos las
leyes de la Ciudad y haremos cuanto esté a nuestro alcance para suscitar
un respeto y una reverencia iguales en aquellos
que están por arriba de nosotros y que podrían anularlas o reducirlas a nada.
Nos esforzaremos incesantemente
por promover el sentido del deber cívico en el público.
Así, en todas estas formas,
transmitiremos esta Ciudad, no sólo menor sino mayor, mejor y más hermosa de lo
que nos fue transmitida a nosotros”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario