Ceuta, 24 de septiembre
de 2013.
Hoy he regresado al Cortijo
Moreno. Ha sido una visita rápida. Con la tranquilidad de conocer el camino y el lugar, he tomado
algunas fotos y merodeado por las inmediaciones. A la vuelta he decidido tomar
una ruta alternativa. En el llamado cruce de los Cuatro Caminos he descendido
por la senda que conduce al castillo del Desnarigado. He percibido cierta
recuperación del hermoso pinar que cubre la parte superior de esta espléndida
cala. La vida parece que regresa a este encantador rincón de Ceuta. Para dejar
constancia de este momento tomo algunas fotografías y prosigo el descenso hacia
la playa.
Al llegar al castillo me he encontrado
con una actividad desacostumbrado en este apacible paraje del Monte Hacho. Un nutrido grupo de militares han bajado por
el Camino de Ronda para acampar y desayunar en la explanada de la antigua
desaladora. Al mismo tiempo un grupo de animadas mujeres terminan su excursión
con un refrescante baño en el mar.
Yo, por mi parte, me he dirigido
al solitario extremo occidental de la cala. Me he sentado al borde de una
pequeña plataforma para tomar estas improvisadas notas.
Al mirar al mar pienso que
siempre dicen que el mar es azul, pero yo hoy lo veo verde. Un color que me
hace recordar el nivel de conocimiento al que ha llegado un sector cada día más
numeroso de la ciudadanía. Un grupo de personas que han emprendido el camino
hacia un segundo nivel de conciencia.
Miro a las rocas y observo un
pequeño punto de color púrpura continuamente batido por las olas, pero que aún
así resiste valerosamente el ímpetu del mar. Está solo. Sin embargo, su simple
presencia augura la renovación de la vida y la transformación definitiva del
ser humano.
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