lunes, 3 de junio de 2013

CONCIENCIA MORAL Y DEMOCRACIA EN EL PENSAMIENTO DE WALT WHITMAN


Al intentar buscar alguna edición reciente, en español,  de las “Perspectivas Democráticas” de Whitman me quede sorprendido al comprobar que la edición más reciente era de ¡1947!. Se trata de una traducción al castellano de Luis Azúa, aparecida en la editorial argentina Americalee. Acto seguido busqué por Internet alguna copia de este libro y dí con una versión reducida en el nº 101 de la “Nueva Revista” (septiembre-octubre de 2005). Así que he copiado es amplio fragmento de esta obra y el resto la he completado con una traducción que he hecho del texto completo en inglés, que también localicé por Internet.

            Después de leerlo creo que es una lástima que esta obra de Whitman permanezca en el olvido, tanto en España como en el resto de los países de habla hispana. A mi me ha encantado y esta lleno de mensajes de completa actualidad. Yo diría que aborda asuntos imperecederos. Creo que esta obra puede convertirse en una referencia y un punto de apoyo a todas personas interesadas en la regeneración de la democracia y referente para aquellas personas con vocación literaria.

            Como muestra, reproduzco un fragmento en el que Whitman recuerda que sin conciencia moral no es factible la democracia. Es posible que por ideas como éstas, escritas en 1871, al poder establecido no le haya interesado divulgar esta magnífica obra. Resulta increíble observar cómo Whitman supo anticipar en lo que se convertiría su país.


“….Por mi parte, debo prevenir y poner sobre aviso al lector, con la mayor insistencia, contra la difundida y errónea ilusión de que el establecimiento de instituciones políticas libres, que se desenvuelven ordenadamente de acuerdo a los mejores cánones intelectuales, la prosperidad material, las industrias, etc. (dones deseables y preciosos como los más), pueden, por sí solos, determinar el éxito final de nuestro experimento democrático. La Unión que posee tales ventajas en toda su plenitud, o en casi toda su plenitud, acaba de salir victoriosa de una lucha con los únicos enemigos que debe temer siempre, vale decir, los enemigos internos. No obstante, pese a los progresos materiales sin precedentes que se han registrado últimamente en Estados Unidos, la sociedad de este país es tosca, corrompida, supersticiosa y putrefacta. También lo son la sociedad política, o legal, y la privada o sociedad voluntaria. La conciencia moral, o sea la más importante, que vertebra a los Estados o a los hombres, me parece estar totalmente ausente en todas partes o, en el mejor de los casos, muy poco desarrollada o enfermiza.

Afirmo que haremos mejor en mirar bien de frente nuestro tiempo y nuestra tierra, del mismo modo que lo hace un médico que escudriña las facciones de un paciente. Nunca hubo, tal vez, un descreimiento mayor que en los tiempos actuales, y especialmente aquí, en Estados Unidos.

Toda creencia sincera parece habernos abandonado. Nadie cree honestamente en los principios que sirven de base a los Estados (pese a la agitada vehemencia de algunos y a las melodramáticas aclamaciones de otros). Ni la humanidad cree en sí misma siquiera. ¿Qué cosas no ve cualquier ojo penetrante detrás de la careta? El espectáculo es aterrador. Vivimos en un ambiente de hipocresía absoluta. Los hombres no creen en las mujeres, ni éstas confían en los hombres. Una desdeñosa arrogancia cunde en la literatura. El único propósito de los litterateurs es encontrar algo que los divierta. Una cantidad de iglesias, sectas, etc., los más lúgubres fantasmas de los cuales tenga conocimiento, usurpan el nombre de religión. La conversión ya no es tal. La falsedad de espíritu, madre de todos los errores, ha causado ya daños incalculables. Una persona sincera y perspicaz que forma parte de la Inspección Fiscal de Washington y a quien sus tareas obligan a viajar con frecuencia a las ciudades del norte, del sur, del este y del oeste del país, para investigar los fraudes que allí se cometen, ha conversado mucho conmigo acerca de sus descubrimientos. La depravación de los hombres de negocios de nuestro país no es tanta como habitualmente se supone, sino infinitamente mayor. Los poderes públicos de Estados Unidos, federales, estatales y municipales, en todas sus ramas y en todos sus departamentos, con excepción del poder judicial, están saturados de corrupción, soborno, falsedad y mala administración; y el poder judicial se está contagiando. En las grandes ciudades, los círculos donde se roba y se asalta son tan numerosos o más que los ambientes respetables. Entre la gente elegante, la petulancia, los amores torpes, la infidelidad e ideales pequeños o ninguno constituyen la regla. Todo se limita a matar el tiempo. En los círculos mercantiles, donde el business (esta palabra moderna) lo es todo y lo devora todo, trátase únicamente, por todos los medios, de ganar dinero. La serpiente del nigromante de la fábula que devoró a todas las demás serpientes; el hacer dinero es nuestra moderna serpiente del mago, con su indiscutible preeminencia en todos los campos. Los mejores hombres que tenemos para mostrar al extranjero son simples especuladores, bien vestidos. Ciertamente, detrás de la farsa fantástica a que asistimos en el tablado visible de la sociedad, se están llevando a cabo cosas estupendas y trascendentales que habrán de descubrirse algún día; muchos embriones que crecen en la sombra se revelarán a sí mismos a su tiempo. No obstante, la realidad actual no es menos terrible.

Yo afirmo que la democracia de nuestro Nuevo Mundo ha sido, hasta ahora, un fracaso casi completo en sus aspectos morales, religiosos, sociales, literarios y estéticos, pese a sus exitosos resultados materiales, al haber elevado el nivel de vida de las masas con el intensivo desarrollo de las industrias y haberle dado a aquéllas cierto barniz intelectual, popular y engañoso. Marchamos en vano a pasos agigantados hacia un imperio sin precedentes que dejará muy atrás a todos los de los antiguos, desde el de Alejandro hasta el de la orgullosa Roma. En vano hemos anexado Texas, California, Alaska y hemos alcanzado Canadá, al norte, y a Cuba, al sur. Es como si estuviéramos dotados de un cuerpo cada vez más grande con muy poca o ninguna alma”.
 

File:Walt Whitman edit 2.jpg

No hay comentarios:

Publicar un comentario