Al intentar buscar alguna edición
reciente, en español, de las
“Perspectivas Democráticas” de Whitman me quede sorprendido al comprobar que la
edición más reciente era de ¡1947!. Se trata de una traducción al castellano de
Luis Azúa, aparecida en la editorial argentina Americalee. Acto seguido busqué
por Internet alguna copia de este libro y dí con una versión reducida en el nº
101 de la “Nueva Revista” (septiembre-octubre de 2005). Así que he copiado es
amplio fragmento de esta obra y el resto la he completado con una traducción
que he hecho del texto completo en inglés, que también localicé por Internet.
Después
de leerlo creo que es una lástima que esta obra de Whitman permanezca en el
olvido, tanto en España como en el resto de los países de habla hispana. A mi me ha
encantado y esta lleno de mensajes de completa actualidad. Yo diría que aborda
asuntos imperecederos. Creo que esta obra puede convertirse en una referencia y
un punto de apoyo a todas personas interesadas en la regeneración de la
democracia y referente para aquellas personas con vocación literaria.
Como
muestra, reproduzco un fragmento en el que Whitman recuerda que sin conciencia
moral no es factible la democracia. Es posible que por ideas como éstas, escritas
en 1871, al poder establecido no le haya interesado divulgar esta magnífica
obra. Resulta increíble observar cómo Whitman supo anticipar en lo que se
convertiría su país.
“….Por mi parte,
debo prevenir y poner sobre aviso al lector, con la mayor insistencia, contra
la difundida y errónea ilusión de que el establecimiento de instituciones
políticas libres, que se desenvuelven ordenadamente de acuerdo a los mejores
cánones intelectuales, la prosperidad material, las industrias, etc. (dones
deseables y preciosos como los más), pueden, por sí solos, determinar el éxito
final de nuestro experimento democrático. La Unión que posee tales ventajas en toda su
plenitud, o en casi toda su plenitud, acaba de salir victoriosa de una lucha con
los únicos enemigos que debe temer siempre, vale decir, los enemigos internos.
No obstante, pese a los progresos materiales sin precedentes que se han
registrado últimamente en Estados Unidos, la sociedad de este país es tosca,
corrompida, supersticiosa y putrefacta. También lo son la sociedad política, o
legal, y la privada o sociedad voluntaria. La conciencia moral, o sea la más
importante, que vertebra a los Estados o a los hombres, me parece estar
totalmente ausente en todas partes o, en el mejor de los casos, muy poco
desarrollada o enfermiza.
Afirmo que
haremos mejor en mirar bien de frente nuestro tiempo y nuestra tierra, del
mismo modo que lo hace un médico que escudriña las facciones de un paciente.
Nunca hubo, tal vez, un descreimiento mayor que en los tiempos actuales, y
especialmente aquí, en Estados Unidos.
Toda creencia
sincera parece habernos abandonado. Nadie cree honestamente en los principios
que sirven de base a los Estados (pese a la agitada vehemencia de algunos y a
las melodramáticas aclamaciones de otros). Ni la humanidad cree en sí misma
siquiera. ¿Qué cosas no ve cualquier ojo penetrante detrás de la careta? El
espectáculo es aterrador. Vivimos en un ambiente de hipocresía absoluta. Los
hombres no creen en las mujeres, ni éstas confían en los hombres. Una desdeñosa
arrogancia cunde en la literatura. El único propósito de los litterateurs es encontrar algo que
los divierta. Una cantidad de iglesias, sectas, etc., los más lúgubres
fantasmas de los cuales tenga conocimiento, usurpan el nombre de religión. La
conversión ya no es tal. La falsedad de espíritu, madre de todos los errores,
ha causado ya daños incalculables. Una persona sincera y perspicaz que forma
parte de la
Inspección Fiscal de Washington y a quien sus tareas obligan
a viajar con frecuencia a las ciudades del norte, del sur, del este y del oeste
del país, para investigar los fraudes que allí se cometen, ha conversado mucho
conmigo acerca de sus descubrimientos. La depravación de los hombres de
negocios de nuestro país no es tanta como habitualmente se supone, sino
infinitamente mayor. Los poderes públicos de Estados Unidos, federales,
estatales y municipales, en todas sus ramas y en todos sus departamentos, con
excepción del poder judicial, están saturados de corrupción, soborno, falsedad
y mala administración; y el poder judicial se está contagiando. En las grandes
ciudades, los círculos donde se roba y se asalta son tan numerosos o más que
los ambientes respetables. Entre la gente elegante, la petulancia, los amores
torpes, la infidelidad e ideales pequeños o ninguno constituyen la regla. Todo
se limita a matar el tiempo. En los círculos mercantiles, donde el business (esta palabra moderna) lo es
todo y lo devora todo, trátase únicamente, por todos los medios, de ganar
dinero. La serpiente del nigromante de la fábula que devoró a todas las demás
serpientes; el hacer dinero es nuestra moderna serpiente del mago, con su
indiscutible preeminencia en todos los campos. Los mejores hombres que tenemos
para mostrar al extranjero son simples especuladores, bien vestidos.
Ciertamente, detrás de la farsa fantástica a que asistimos en el tablado
visible de la sociedad, se están llevando a cabo cosas estupendas y
trascendentales que habrán de descubrirse algún día; muchos embriones que
crecen en la sombra se revelarán a sí mismos a su tiempo. No obstante, la
realidad actual no es menos terrible.
Yo afirmo que
la democracia de nuestro Nuevo Mundo ha sido, hasta ahora, un fracaso casi
completo en sus aspectos morales, religiosos, sociales, literarios y estéticos,
pese a sus exitosos resultados materiales, al haber elevado el nivel de vida de
las masas con el intensivo desarrollo de las industrias y haberle dado a
aquéllas cierto barniz intelectual, popular y engañoso. Marchamos en vano a
pasos agigantados hacia un imperio sin precedentes que dejará muy atrás a todos
los de los antiguos, desde el de Alejandro hasta el de la orgullosa Roma. En vano
hemos anexado Texas, California, Alaska y hemos alcanzado Canadá, al norte, y a
Cuba, al sur. Es como si estuviéramos dotados de un cuerpo cada vez más grande
con muy poca o ninguna alma”.
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