miércoles, 19 de junio de 2013

DIÁLOGO CON MI LIBRO PREFERIDO

 «Multum legere potius quam multa: “Leer el mismo libro muchas veces, mejor que muchos libros una sola vez”», decía Plinio el Joven. En ese proceso ando yo ahora. Me está pasando una cosa realmente curiosa con un libro, “El redescubrimiento del hombre” de Waldo Frank. No consigo desprenderme de él. Esta siempre alrededor mía. Voy al salón y me lo llevo. Me echo un rato después de comer, y allí está. Me levanto y lo ojeo. Llega la noche y otra vez en mis manos. Así llevo una larga temporada.

            Cuando creo que he conseguido liberarme de su encanto y lo devuelvo a la estantería, siento nostalgia y no puede resistir volver a cogerlo. Y mira que lo tengo bien acompañado. Reposa junto a los libros de su amigo Lewis Mumford y de su maestro, Patrick Geddes. Ahora está encima de la mesa, al lado de “The conduct life” de Mumford. Me da la impresión que tiene un poco de celo. Algo similar le pasa a su hermano “Las transformaciones del hombre”. Fijaros si es así que el otro día tuve que llevármelo a la mesita de noche. Parece que me susurraba, ¿Es que ya no te acuerdas de mí? ¿No decías a todo el mundo que era tu libro favorito? Estuve releyéndolo toda una tarde y ahora lo noto más tranquilo. Creo que ha entendido que como él nunca habrá nadie. Quise explicarle que con quien estos momentos se roza los lomos encierra un mensaje similar al suyo y que, sobre todo, los quiero a los dos.



Mira, le dije, tú me has mostrado el camino para la transformación del hombre y tu nuevo amigo me ha explicado algunas cosas de las que tú hablas, pero que no tuviste tiempo de narrar con más detalle. ¿No te referías continuamente a conceptos como lo orgánico, la totalidad y la crisis interna del ser humano? Pues bien, el “Redescubrimiento del hombre”, y no te enfades, profundiza en el sentido de estos términos un poco más que tú. Hace una narración similar a la tuya respecto a la pérdida de la dimensión espiritual del hombre y de la mujer desde el fin de la época medieval hasta nuestros días. Según nos cuenta, y en esto estoy seguro que estarás de acuerdo, nuestro “yo” está compuesto de tres dimensiones: el grupo, el ego somático y el yo cósmico. Para que el ser humano adquiera la condición de persona plena y supere el habitual estado de individuo atomizado, estos tres componentes del yo deben estar perfectamente integrados y equilibrados. Algo que no sucede en la actualidad. El ego somático, aquellos que solemos reconocer cuando hablamos de nuestro “yo”, se ha convertido en protagonista absoluto y ha empujado al ego social y al yo cósmico hasta sacarlo del escenario. Desde hace siglos viene representando un monologo absurdo que nadie más que él escucha. De vez en cuanto el ego social sube a escena, pero siempre actúa con figurante o actor secundario.



- ¿Y qué fue del yo cósmico? ¿Es que nadie se acuerda de él?, me pregunta.
                                                 
 - Sí que lo hacen, pero como dice tu compañero “El redescubrimiento del hombre”, en un mundo despersonalizado, “Dios (que la forma habitual con lo que se conoce al yo cósmico) es reflejado por los hombres fraccionarios en una mentira, que puede convertirse en locura violenta, en la cual las dimensiones del ego y del grupo usurpan la energía de lo cósmico”.

-¿Qué quien ocupa ahora su lugar, me dices?

- Me sorprende tu pregunta. ¡Pero si tú lo explicas mejor que nadie! ¡Ah, cómo te gusta que te regale el oído! Bueno, no pasa nada. Noto que andas un poco bajo de autoestima, y como te quiero mucho, te diré que eres mucho mejor que tu nuevo amigo en explicar de que manera el ser humano ha intentado suplir este hueco en su ser interno con miles de objetos materiales que no hace otra cosa que engordar al monologuista del que te hable antes. El peso de tanto trasto inútil ha conseguido laminar el yo cósmico,…pero no acabar con él.

- ¿Recuerdas los bellos pasajes que contienes sobre la figura de Jesús?

- Claro, ¿no lo voy a recordar?

- Vale, no te pongas así. Era simplemente para ver si me prestabas atención.

- Recuerda entonces que tú decías que el mensaje original de Jesús había sido en algunos casos mal entendido, cuando no manipulado.

- Cierto, así figura en la página 87.

- Lo mismo dice tu compañero “El redescubrimiento del hombre”, pero además especifica y subraya una de las ideas principales de Jesús que ha sido pasada por alto.

- ¿Cuál?

-  Que el reino de Dios está en cada uno de nosotros.

- ¿Y que significa?

- Significa precisamente lo que dice: significa que él sabe que Dios está en él; por tanto, en todo yo humano.

- ¿Es esto importante?

- Por supuesto, como dice “El redescubrimiento del hombre” esto es hacerse humilde, amar, abrigar con amor el yo desconocido que hace mal, dar al César lo que es del César, reservándose el verdadero poder y gloriosa que es el Apocalipsis del amor.

- Estoy empezando a tomar en gran estima a mi nuevo compañero de estantería. Creo que vamos a llegar a ser buenos amigos y que nos complementamos muy bien.

-          ¡No sabes cómo me alegro de escucharte decir estas palabras! Para que veas que para mí no habrá  nadie como tú, voy a terminar esta conversación, si te parece, recordando uno de tus pasajes. Aquel en el que vislumbras el Nuevo Mundo que está a punto de eclosionar.

-          Ya sé cual me dices. ¿Está en mis páginas finales, verdad?

-          Has acertado. Decías que “no menos importantes que las fuerzas pasadas que empujan al hombre son las formas nuevas, que surgen borrosamente en el inconsciente del hombre y que están empezando a hacerles señas y a ponerle delante la promesa de la facultad creadora: un vida que no esté a merced del azar ni encadenada a requisitos que no le corresponden. El hombre empezará a vaciar toda su existencia en las formas del amor y la renovación de la vida dará comienzo”.

-          Gracias.

-          ¿Por qué?

-          Por darme vida y por redescubrir al “Redescubrimiento del hombre”.

-          No, gracias a vosotros por ayudarme a entender la condición del hombre y dar un nuevo propósito a mi existencia.

-          Ya es tarde y  nos estamos poniendo demasiado sentimentales. Te devuelvo a la estantería.

-          De acuerdo, pero ponme al lado de mi nuevo amigo. Estoy empezando a cogerle aprecio.




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