martes, 4 de diciembre de 2012

 Estamos desorientados y necesitamos un noray al que sujetar el barco al deriva al que se asemeja nuestra civilización. A finales del s.XVIII, las aguas se encontraban igualmente agitadas, de ahí el gusto de pintores como Ruysdael, Gericault y Delacroix por pintar cuadros cuya temática eran las tempestades. Las olas alcanzaron tal altura que los diques impuestos por los gobernantes cedieron y las hasta entonces contenidas fuerzas revolucionarias carrasaron con todas las estructuras de poder existentes. Como representa la famosa obra de Gericault, la balsa de las medusas, todas iban en la maltrecha y débil embarcación, pero pocos llegaron a puerto.
 
 
 

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