Llevo un par
de días sin publicar en el blog por un motivo más que justificado: el
nacimiento de mi hija Sofía. El
nacimiento de este espacio dedicado a la renovación de la vida ha venido a
coincidir con la llegada al mundo de Sofía, una preciosa niña que se ha asomado a la vida en este frío mes de
diciembre en Granada. Tengo la esperanza de que el proyecto para la renovación
de la vida, al que dedicó Lewis Mumford buena parte de su vida y su obra,
alcance, durante la vida de mi hijo Alejandro y de mi hija Sofía, la definitiva
fase de asimilación y encarnación.
Entre las
críticas que algunos autores han hecho
al pensamiento de Mumford se ha aludido a su carácter demasiado teórico.
Cierto es que en sus libros se apuntan muchos objetivos y a todos nos gustaría que hubiera sido un
poco más concreto a la hora de trazar la senda que nos lleva a la consecución
de estas metas. Sensible, quizás, a esta demanda, en el libro que concluye su
serie “La renovación de la vida”, “La conducta de la vida” (1951), incluyó un
capítulo titulado “Disciplina para la
vida diaria”. En este apartado, el más “práctico” de esta obra y casi me
atrevería a decir de todos sus libros, Mumford señala que aquellos que buscan
transformar nuestra civilización deben establecer una constante disciplina de
la vida cotidiana basada en las siguientes actividades: la variación en las
experiencias laborales y de ocio; el reparto de las responsabilidades
ciudadanas; y la participación en todo el ciclo de la vida familiar.
Para Mumford, “la reconstrucción de la familia, la asunción
de rol como amante y padre, como hijo o hija, es vital para una vida
equilibrada”. Según su percepción, “La
violencia y el mal de nuestro tiempo han sido, visto en conjunto, el trabajo de
hombres sin amor: hombres impotentes que codician poder sádico para ocultar su
fracaso como amantes: hombres reprimidos y frustrados, discapacitados emocionalmente por padres sin
amor y buscando venganza refugiándose en un sistema de pensamiento o un modo de
vida en el que el amor no puede inmiscuirse: en el mejor de los casos, personas
cuyos impulsos eróticos han sido separado de los ritmos normales de la vida;
egocéntricos átomos de explosión erótica, incapaces de asumir las múltiples
responsabilidades de los amantes y los padres a través de todas las etapas de
la vida; indispuesto a aceptar las pausas y la abstención del embarazo, haciendo
de la propia unión sexual un obstáculo para las otras formas de unión social
que fluyen de la vida familiar”.
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